Sebastián Baeza CUANDO LA TRADICIÓN SE MANTIENE

Sebastián Baeza CUANDO LA TRADICIÓN SE MANTIENE

Junto a Sebastián Baeza nos introducimos en la historia de un legado que por cuatro generaciones se mantiene intacto. Con el corazón puesto en el lema “Vincit qui se vincit” damos inicio a una linda entrevista con este mackayino de la G-99.

 

¿Qué historias escuchaste de tu papá y de tu bisabuelo en relación al Mackay?

Oí muchos cuentos de su época en el colegio cuando este estaba ubicado en Los Abetos. Más que alguna anécdota en especial, siempre resaltó el lazo fuerte que tuvo con sus amigos hasta ser adultos, independiente de la generación a la cual pertenecieran. También recuerdo sus relatos en relación a su rol como vicerrector del colegio y la relación que construyó en su época con William Pérez. Para él, el Mackay fue más que un lugar de estudios, fue una comunidad que lo acompaño a lo largo de su vida.

¿En qué años estudiaron ellos en el colegio?

En el caso de mi papá Raúl, egresó el año 68, mis tíos Jorge y Patricio egresaron los años 70 y 75, respectivamente. El caso de mi bisabuelo Osvaldo Baeza Seymour, fue alumno del colegio cuando este se ubicaba en Cerro Alegre y tuvo que haber egresado en 1913 aproximadamente.

Cuéntanos de tu propia historia en el colegio, a qué generación perteneces, deportes o ramos en el que destacaste, profesores que recuerdes, anécdotas que viviste

Soy parte de la generación 1999, la última del siglo pasado. Durante mi etapa en el Colegio Mackay descubrí mi pasión por las actividades deportivas. Por un tema de contextura física, el rugby se dio de manera natural. Durante el colegio Sergio Delgado y Rodrigo Boye se convirtieron en mentores fundamentales, marcando una gran diferencia en mi desarrollo deportivo.

En lo académico, siempre recordaré con mucha estima a profesores como Jorge Espinoza de Castellano, sin olvidar a otros que también dejaron una huella imborrable en mi paso por el colegio, como Gumaro Espinoza, Gustavo “Tata” Sierralta, Hugo Fuentes, Patricio Morales, Julito Kramer, David Dunsmore, Miss Eugenia Lobos y Miss Tete, entre otros.

En cuanto a las anécdotas, prefiero no detallar ninguna en particular. Basta decir que mi generación se destacó por ser bien indisciplinada, lo que nos regaló un sinfín de historias. Debo confesar que en varias de ellas tuve un rol protagónico, siendo habitual mi presencia en el patio de las palmeras, siempre a la espera de alguna tensa entrevista con Reinaldo Lefián.

 

 

 

 

¿Qué valores te dejó el colegio?

El colegio me dio una educación completa, que va más allá de lo académico, con foco en construir individuos integrales. Aprendí que para ser un buen ser humano hay que cultivar valores como la honestidad, el respeto y empatía con el prójimo.

¿Qué significa para ti ser mackayino?

¡Fácil! Para mi ser mackayino implica llevar en el corazón el lema “Vincit qui se vincit”. A medida que maduramos, comprendemos que la verdadera victoria no es sobre los demás, sino sobre nuestras propias limitaciones y desafíos internos. Este principio se convierte en una fuente constante de inspiración para afrontar las adversidades que nos presenta la vida con resiliencia y determinación.

Cuéntanos de tus hijos, ¿en qué cursos están?

Actualmente, la tradición mackayina se vive en tres frentes. Mi hijo mayor, Maximiliano quien está actualmente cursando Séptimo Básico; Borja, en Cuarto Básico y Ferran, en Kinder.

¿Por qué decides seguir con la tradición mackayina?

Mi decisión de continuar con la tradición mackayina surgió de manera circunstancial. Después de vivir una década en Talca, en 2022 se presentó una oportunidad laboral que nos llevó a cambiarnos a Viña. Al considerar la educación de mis hijos, contactar al Colegio Mackay fue una elección natural y espontánea; para mí, era como volver a casa.

¿Qué cosas comparten como padre e hijo?

Sin duda se nos presenta una oportunidad única de compartir este sentido de pertenencia que va más allá de las generaciones. Como familia, estaremos siempre unidos por la posibilidad de formar parte de esta comunidad. Este lazo se fortalece cada vez que participamos juntos en eventos deportivos, ceremonias u otras actividades que fomentan esos valores.

¿Qué piensan ellos en relación a ser mackayino?

Para mis hijos, ser mackayino significa mucho más que recibir una educación de calidad; es integrarse a una comunidad con una profunda mística y tradiciones que perduran en el tiempo. Este sentido de pertenencia se nutre de ritos y ceremonias que fortalecen los lazos entre los miembros del colegio. Solo por dar un ejemplo, está la “Tie Ceremony”, que  es una tradición en la cual los alumnos reciben su corbata, símbolo de honor y orgullo por vestir el uniforme, reforzando su compromiso con los valores institucionales. Lo encuentro muy potente.

 

Algún mensaje que quisieras en este contexto de cuatro generaciones de mackayinos

Ser parte de cuatro generaciones de mackayinos es un orgullo y un verdadero honor. Al ver a mis hijos, Max, Borja y Ferran, me llena de satisfacción saber que están siguiendo el mismo camino que nosotros, creciendo en un lugar que siempre ha valorado la excelencia y la integridad. Este legado seguirá vivo en ellos….

 

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